La existencia del filósofo Diágoras de Melos (a quien no
debemos confundir con el médico chipriota) se conoce sólo por fuentes
indirectas, como la de Jesucristo.
Se trata de lo que otros autores (por ejemplo, Aristófanes, Atenágoras y Cicerón) han escrito acerca de él, casi siempre siglos después. Y
las anécdotas se mezclan con las ideas atribuidas al poeta milenio y las
críticas de sus detractores.
Tiene la reputación de ser el primer filósofo helénico
explícita y abiertamente ateo, aunque hay quien sostiene que en realidad era
deísta. Se dice que fue discípulo de Demócrito (quien lo habría sacado de la
cárcel, donde estaba por razones políticas) y maestro de Sócrates. Que fue
desterrado de Atenas por impío.
Se dice que renegó de los dioses (y que mantuvo públicamente
esta posición) al ver en un juicio cómo un delincuente juraba no haber robado y
no fue castigado por las divinidades cuyo nombre invocó.
También se le atribuye la frase “Los dioses no serán verdad,
pero de los dioses come y vive mucha gente y esto si es verdad”. Idea lapidaria
que, si no es suya, merecería serlo… si es que en verdad existió.
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